Es la conciencia que todos tenemos, pero que no
desarrollamos en el transcurso del desarrollo
porque no hemos despertado aun la conciencia de vivir plenamente nuestra
vida. Siendo constantemente objeto de la
manipulación de nuestros propios deseos, fantasías y las exigencias del medio.
Abrirnos a la vida es nuestra responsabilidad, asumiendo las dificultades que
se nos presentan y no ahogarnos en el desasosiego de la confusión.
En el proceso de socialización quedamos entrampados en el
modelo de la sociedad en la que vivimos sus creencias y sus prejuicios, no
entendiendo bien o ignorando lo que es de ella y lo que nos pertenece.
Por eso el proceso del darse cuenta es tan valioso. Nos
permite hacer un ciclo de experiencia de contacto con nuestra interioridad “volverse a si mismo”, descubrir lo que es auténticamente mío y ganar la
capacidad de relacionarnos con el entorno, vibrar con el otro sin confundirnos,
aceptando la vida como es.
El darse cuenta es crecer y madurar a conciencia. Es darle
sentido a la vida, saber que es vivida y no cedida o conceptualizada dentro de
los esquemas del sistema que nos apabulla a vivir en función de las cosas y su
conquista
.
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